Permanezcan en mí, y yo permaneceré en ustedes. Porque una rama no puede dar fruto si se separa de la vid, y ustedes no pueden dar fruto si no permanecen en mí.
—Juan 15:4
Hoy en día, muchas personas buscan un atajo hacia la espiritualidad. Buscan la solución rápida, la experiencia emocional que transforme sus vidas.
Pero no hay atajos para la espiritualidad. No existen soluciones fáciles. No existe ninguna experiencia emocional que lo cambie todo. Si quieres crecer y, de hecho, florecer como cristiano, todo se reduce a un compromiso diario.
No verás frutos crecer de la noche a la mañana, como tampoco podrías plantar un árbol el lunes y comer duraznos el martes. Lleva tiempo. Pero con el tiempo, verás los resultados si eres fiel y constante en lo que necesitas hacer.
En Juan 15, Jesús se compara a sí mismo con una vid, a Dios Padre con un jardinero y a sus seguidores con un fruto. El Salmo 1 refuerza esta idea: «Son como árboles plantados a la orilla del río, que dan fruto en cada estación. Sus hojas nunca se marchitan, y prosperan en todo lo que hacen» (versículo 3 NTV).
Dios nos ha plantado, y al arraigarnos profundamente en Él, nos da permanencia. Quizás por eso el salmista David oró: «Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio, y renueva un espíritu recto dentro de mí» (Salmo 51:10 NVI). La palabra que David usó para firme Podría traducirse como “estable”, “fijo” o “constante”.
Dios también nos da productividad. Si eres un creyente que camina con Dios, tu vida producirá fruto espiritual. ¿Y cuál es este fruto? Gálatas 5:22-23 nos dice: «Pero el Espíritu Santo produce este tipo de fruto en nuestras vidas: amor, alegría, paz, paciencia, benignidad, bondad, fidelidad, mansedumbre y dominio propio» (NTV).
Producir fruto espiritual no es algo que se dé de la noche a la mañana. Toma tiempo crecer. Pero con el tiempo llega. La Biblia nos dice que «Dios ha hecho todo hermoso para su propio tiempo» (Eclesiastés 3:11 NTV). Así que ten paciencia. Puede que no suceda tan rápido como quisieras.
Finalmente, Dios nos da prosperidad. El Salmo 1:3 nos dice: «Sus hojas nunca se marchitan, y prosperan en todo lo que hacen» (NTV). Toda nuestra vida —familiar, religiosa, personal y profesional— encuentra equilibrio porque estamos en armonía con Dios.
Por otro lado, si no tenemos este equilibrio, seremos infelices. Cuando las sequías de la vida devastan a otros porque no tienen recursos de los que echar mano, los seguidores de Cristo tienen una fuente inagotable.
A veces, como cristianos, nos frustramos al ver que los no creyentes prosperan, o al menos eso parece. Les va de maravilla, o al menos eso parece. Vemos a personas deshonestas que violan las normas de Dios, pero, sin embargo, todo parece irles de maravilla.
Pero recuerda, al final todo se compensa. Sé constante. Comprométete a arraigarte profundamente en Él y verás fruto espiritual en tu vida. También encontrarás la felicidad en el sentido más auténtico de la palabra.